martes, 1 de septiembre de 2009

El planazo de Madrid

(Escrito el día 14 de julio de 2009)

Hace casi dos semanas que contamos con un nuevo compañero de piso. Éramos cuatro en la casa y ahora somos cinco. Se llama taladro y es insoportable, me acompaña en la cabeza por mi casa, se tumba conmigo en el sofá, pone melodía a mi trabajo y a mi lectura.
Vivo en la calle Andrés Mellado, cerca de la antigua salida de metro de Guzmán el Bueno, en Madrid. Y digo antigua porque hace ya dos semanas cerraron sin previo aviso esa boca de Metro. Estamos tan acostumbrados a esta manera de llevar las obras que no nos paramos a pensar lo injusto que es. No hay información, pero eso se lo contaré más adelante. Por supuesto se cepillaron el pequeño banco que estaba al lado de esta boca de metro, y como en tantas otras ocasiones, supongo que no lo volverán a poner.

Nadie nos pide que cerremos la boca ante las diferencias con los organismos públicos o privados con los que los ciudadanos convivimos, pero la verdad es que no hay cultura de protesta y de involucración. El engranaje está diseñado de tal manera que nos aburre soberanamente el proceso de denuncia que implica.

Estoy en paro, y hasta aquí toda la información sobre mi persona, en este artículo. Estar parada en esta época supone la toma de decisiones como no moverse de casa por varias razones; la primera es que en una gran ciudad, poner el pie en la calle es gastar un euro casi por decir buenos días. Si, si, piensen en el primer gasto que hacen cuando salen del portal de su casa. Y ahora piensen en aquellos que no pueden permitirse ese cargo en el monedero todos los días. Pues bien añadamos a esta precaria situación las altas temperaturas a las que se llega en la ciudad de Madrid desde el principio de verano. Los afortunados ponen en sus casas, negocios y transportes aire acondicionado, ¿dónde creen que va todo el calor que sus terribles aparatos desechan? Pues ¡a la puta calle! Pobre calle, casi siempre que se menta este sustantivo con efusividad viene precedido de esta exclamación. ¡La p-u-t-a calle!

En las calles de Madrid respirar es un acto de riesgo. Algo que no contemplan los programas de prevención porque no son riesgos laborales. Si a la subida de temperatura que ya he mencionado, le añadimos unas grandes cantidades de polvo de obra y un tanto por ciento desmesurado de CO2, ¡voilà! Tenemos un exquisito manjar para nuestros pulmones. Luego dirán que fumar mata. No lo olviden.

2 comentarios:

  1. El ruido en ambientes públicos (la calle, los bares, etc...) sólo se explica desde el más absoluto desprecio hacia el otro, hacia lo común, lo público: como a mi me gusta el "chunta-chunda" bajo las ventanas de mi coche y que la escuche todo el mundo, ¡qué decir de esas motos que rugen afixiadas por su corta cilindrada!...¡no hablamos, chillamos!...¡y sólo contamos para nuestros ayuntamientos en los momentos de pagar y votar!

    Hay otro ruido que me preocupa tanto como los anteriores, aunque se muestre menos ruidoso. Me refiero al de la comunicación, el cebarnos con una empanada letal de noticias vacías e intrascendentes hasta llegar a bloquear nuestro disco duro del juicio, el espíritu crítico y la cordura mental.

    ¡Acabemos con TODOS los ruidos que buscan nuestra sequedad mental, la alineación absoluta!

    Hignacio
    HA

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  2. Estamos de acuerdo.
    El ruido y las interferencias.
    La mala hostia que se repira nos incita a las hostias reprimidas que supuran en nuestra piel.
    Pedir la paz empezaría por actos diarios de paz con uno mismo y con los que se cruzan en nuestro camino. Supongo que si creyera en Dios pondría a Elvys mientras como un plato de Ostias.

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